domingo, 8 de agosto de 2010

ARRUGANDO OLLAS (CAPÍTULO N º 2)

ARRUGANDO OLLAS (2)
Como les conté la vez pasada, me decidí a entrar a la cocina y entonces:
Llegó el día y ansioso
por tal idea repentina
penetré en la cocina.
Me dirigí silencioso
al lugar donde sabía
que los utensilios encontraría,
más hay, si bien los encontré
muy asombrado me quedé
al ver el aspecto que tenían.




Oh, qué horror, aquello me espantó. Pensé pegar el grito al cielo. ¡Cómo esperaban que yo cocinara algo con cosas así!, pero luego me imaginé que los reproches me caerían a mí y mejor no dije nada.



Me la tuve que jugar al inicio e hice unos caracolitos al horno. Cuando la señora se encontró con aquello preguntó: ¿Cristina cocinó?(la novia de Daniel que había estado por ahí)
Yo de inmediato respondí picado: ¡Cristina, Cristina! Qué Cristina ni qué mi agüela, fui yo, yo, yoooooooooo, aunque no lo crea.
Y ahí empezó mi fama como cocinero. Pronto la señora dijo que yo había heredado la buena mano de mi madre para la cocina.
Como nunca falta un pelo en la sopa (en las que yo hago no hay pelos porque yo ni tengo), yo hice los caracolitos atenido 100% a la receta y quedaron con demasiado huevo, pero aún así fueron todo un suceso familiar y hogareño. De inmediato modifiqué la receta y ahora les pongo apenas 1.

Ya con los antecedentes de lo que cocinaba, pronto mis hijos me regalaron algunas cosas: un cuchillo, un estribo para majar papas, y otros utencilios más. Yo he adquirido otras y bueno, ya hay algunas cosas nuevas en la cocina:










Aún me falta una buena batidora y un buen horno de convección, pero comprar eso es mucho dinero… cuando me pegue la lotería.

Un día me puse a hacer unas galletas de chocolate. Resulta que a la primera bandeja, en vez de engrasarla, le puse papel encerado. Cuando la saqué del horno, la benditas galletas habían crecido hacia los lados y se habían juntado en una sola lámina que no quiso soltar el papel de ninguna forma y como aún estaba un poco suave, despegué con la cuchara lo que pude y ya decepcionado tiré todo eso en un tazón y seguí con otra bandeja, ya esa sí bien engrasada. Con esa galleta fallida Daniel y Cristina hicieron fiesta, cual niños de kinder y dijeron que les gustó más la fracasada que las otras ya bien hechas, ¡abráse visto semejante cosa!
Y además de eso... Como las galletas crecían mucho hacia los lados, apenas cabían unas pocas en cada bandeja y el borno no es adecuado para hornear dos bandejas, me iba a dar la hora del burro horneando, decidí entonces hacerlas en una sola lámina y cortarlas después de horneadas en cuadritos. Ah, entonces mi hija Sonia cuando vio aquello me dijo que si eso eran brownies... buh, ¡qué frustración!
De la tristeza me quise hacer explotar la panza comiéndome todas las galletas..., pero como estaban tan ricas, la familia me las quitaba para comer ellos y no pude llevar a cabo mi intención suicida.

1 comentario:

  1. Y eso que no puso una foto del aparato con el que afila los cuchillos para que vean que metodología más industrial tenemos aquí

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