jueves, 19 de agosto de 2010

El Bendito "Bendito"

Primera Parte
Estaba yo en el primer grado de la escuela, allá en nuestro recordado y añorado viejo Arenal, cuando una mañana de sábado llegó a la pulpería de Papá mi padrino de bautizo, la profundidad de mi recuerdo no llega hasta el nombre del susodicho, y corrió alguien de la casa a buscarme para que fuera a darle el "bendito" tal como se acostumbraba saludar a los abuelos, padrinos y allegados por apellido, además de otros personajes como el Padre de Tilarán o misioneros andantes y barbuchas que llegaban a nuestra casa, como que era donde se hospedaban .

Llegué yo pero mientras tomaba aire para el saludo algo se prendió dentro de mí porque sentía calor en todo el cuerpo y sobre todo en la cara, además de un leve traqueteo de los dientes y flojera en las canillas, después supe que eran reacciones de vergüenza, probablemente porque la pulpería estaba atiborrada de clientes todos bien empolainados y sombrereados y no era cosa que ahí "mesmo" tendría yo que rendirle veneración con mi "bendito" a alguien que no ocupaba ningún sitio en el aún pequeñito cajón de mis afectos, y sentí ganas grandes, tanto como la finca de Chopo que para mi era inmensa, de no hacerlo
pero ¿y qué? me expondría yo al más caluroso de los infiernos por el pecado de desobediencia, pistola; entonces emulé la pose del san José del portal de Ñor Aragón y lo hice. Escupí la retahíla, palabras y puchos de saliva salieron disparados por entre el portillo de los dientes jóvenes que habían caído en batalla desarmados, sin pasta y sin cepillo -"Benditoyalabaoseaelsantísimo
sacramentodelaltarbuenasnochesdéDiosamamáyapapáyatodossanticoamén"-
así sin respirar. No supe si mi "padri" puso o no atención pues yo estaba viendo hacía sus polainas, que por cierto estaban bien copetonas de barro "colorao", pero levanté la vista apenas a tiempo para ver como se metió los dedos más ocupados de la mano derecha a la secreta de su pantalón - todos los pantalones decentes de la época tenían secreta sino pregúntenle a Miguel Solano, que las "sastreaba" bien secretas, tan secretas que a veces ni el mismo las encontraba- y sacó un colón que me ofreció con aires como de "estoy muy ocupado en este momento". No se, ni he podido averiguarlo nunca, si aquello me alegró o me hizo sentir más minúsculo de lo que ya me sentía pero, al fin y al cabo, a un padrino no se le desprecia y a un colón en aquellos tiempos mucho menos.

A partir de aquel atropellado "bendito" esta forma de saludar, sobre todo con espectadores en primera fila, se me atoró en el apellido y la represa de vergüenzas me explotó en el alma y los ecos me subieron hasta la coronilla adornados con signos de ¿? y con ritmo de "no quiero más".

1 comentario:

  1. Y cómo costó poder quitarse de encima esa costumbre, principalmente porque la abuela Emérita nunca dejó tranquilo a mi tata para que nos obligara a mantener tal tradición.
    Como bien lo indica Gerardo uno la decía tan a la carrera que ni se entendía que era lo que mascullaba y ni sabía que era eso del Santísimo Sacramento del Altar.
    Yo, no hace mucho, estube pensando qué se harían mis monedas de 50 céntimos o de una peseta que me daba mi padrino cada vez que llegaba a la pulpería, quizá hubieran sido la base de la riqueza que no he tenido. Yo creo que se las daba a mi mama y de ahí en adelante no recuerdo más. Ah tiempos aquellos...

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