viernes, 3 de agosto de 2012

TOLERANCIA, COMPRENSIÓN, RAZONAMIENTO, IMPARCIALIDAD, LEGALIDAD.

Con ocasión de una situación política que se ha dado en estos días, en que la señora Presidenta de la República ha despedido a una viceministra y algunos periodistas y otras personas se están rasgando las vestiduras porque dicen que no se le dio el derecho a defenderse, que se cometió una injusticia y otro montón de cosas, quiero comentar lo siguiente.
Hace no mucho tiempo un Vicepresidente de la República que favorecía el TLC con USA, fue víctima de una invasión a la correspondencia privada. Alguien tomó uno de sus correos privados y lo dio a conocer al país. Se estaba en la agitación del plebiscito para aprobar o no el TLC y todos los periodistas corrieron a tomar el acontecimiento como algo especial y se hizo el gran escándalo que terminó con la renuncia del Vicepresidente.
En esta ocasión actual, a la viceministra en cuestión un juzgado le impuso medidas de restricción para proteger a un individuo, presunta víctima de acoso por parte de esta mujer, luego alguien robó un vídeo privado de ella y lo puso en internet.
Como fue despedida por la Presidenta, todos aquellos que adversan de una u otra forma a la gobernante, se le fueron encima de inmediato y critican la medida de despido, es decir, solo por su antipatía a la presidenta apoyan a la viceministra, sin entrar siquiera a analizar las cosas.
Oí a Ignacio Santos haciendo un comentario de este caso, lamentando la indebida e injusta actuación de la presidenta y el no haber tomado en cuenta que la viceministra fue víctima de un delito: el robo y divulgación de un vídeo privado y que en vez de ser despedida merecía ser apoyada.
No voy a entrar en consideraciones de si se siguió o no un debido proceso, si se le dio o no oportunidad de defenderse y otras cuestiones de que hablan personas que incluso desconocen totalmente de qué trata eso y de cuándo es aplicable y cuándo no. Pero sí me queda la duda de que ¿cómo un robo de correspondencia privada y su divulgación no fue delito (ni Ignacio Santos ni nungún otro periodista jamás mencionó esta palabra), pero el robo de un vídeo privado y su divulgación sí es delito? ¿Cómo aquel acto contra el Vicepresidente no era condenable y el de hoy contra la Viceministra sí lo es, cuando en el fondo son acciones iguales?
Evidentemente las acciones son iguales, la forma de juzgarlas no, la manera de verlas es distinta solo porque se está haciendo según el punto de vista de la opinión y la simpatía personal, no del análisis imparcial y objetivo.

Cuando las personas juzgan las cosas desde su gusto y su interés, dejando de lado la ecuanimidad, perdiendo la perspectiva del derecho y la justicia y haciendo prevalecer sus gustos personales y sus conveniencias, el juicio que se emita no tiene los requisitos de la racionalidad y de análisis imparcial, por tanto es solo una opinión sesgada y subjetiva. Esto se vuelve muy peligroso en cualquier persona y es inadmisible en periodistas y formadores de opinión, quienes como profesionales están obligados a dejar de lado sus opiniones personales y a analizar las cosas desde la perspectiva de la imparcialidad y la legalidad.

Hemos visto recientemente otro caso de juzgar una situación según la inclinación de la simpatía personal y no según un análisis desapasionado de los acontecimientos.
A un activista en contra de la matanza de ballenas se le sigue proceso legal  en un Tribunal de Justicia de Costa Rica y como no ha aceptado venir a ser juzgado, se pidió su captura internacional, la cual se realizó el Alemania y se le detuvo para analizar la situación legal del asunto. Se le dejó libre bajo fianza y se escapó del país, dejando burlado otro Tribunal de Justicia.

El asunto que quiero comentar es que apenas se dio a conocer su captura en Alemania en los medios de comunicación, muchas personas de inmediato tomaron partido en favor del activista y exigieron que el país quitara la petición de detención, que el Tribunal dejara de "perseguir" al activista, que el gobierno le echara tierra al caso y diera por finalizado el asunto. ¿Por qué estas personas no analizaron la perspectiva legal?, ¿no vieron el programa de la televisión en el cual se ve la embarcación del activista embistiendo a otra más pequeña intentando hundirla en las profundidas del mar y con ella a todos sus tripulantes?, ¿quieren que el Tribunal desista de juzgarlo solo porque defiende a las ballenas aunque para ello ponga en riesgo la vida de seres humanos? Esto demuestra que se ha perdido la perspectiva correcta en el caso y si llegamos a desconocer la autoridad de los tribunales para juzgar a los acusados, aviados estamos porque vamos camino a que cada haga y actúe según su propia ley.
Aunque la causa de este individuo sea muy noble y loable y yo la comparto, no se puede defender la vida animal poniendo en riesgo la vida de seres humanos. No se puede intentar evitar un abuso y un delito como lo es la matanza de ballenas con otro delito como lo es el intento de hundir la embarcación.
Comparto su causa y admiro su dedicación a ella, pero no puedo estar de acuerdo con sus procedimientos y sus actuaciones, ni puedo hacerme de la vista gorda ante su huida para no afrontar el proceso legal que se le sigue en nuestro Tribunal. No puedo justificar su conducta criminal por simpatía a su causa en defensa de las ballenas. Primero la vida de los seres humanos, luego la de los animales, pero parece que algunos opinan al revés.

Todos tenemos derecho a opinar, a creer en lo que juzguemos adecuado, a rechazar lo que querramos, a tener nuestros gustos e inclinaciones, pero tenemos la obligación de respetar el derecho del otro a estas mismas cosas, y tenemos la ineludible responsabilidad de saber que no existe una única verdad, que no somos dueños de ella, que cada uno tiene la suya y es tan válida como la nuestra.
Tolerancia, respeto, análisis imparcial y racional, y no dejarnos manipular ni seguir las corrientes de opinión a favor o en contra de algo o alguien solo porque los otros lo hacen, es lo que necesitamos con enorme urgencia en nuestra sociedad.

En fin esta es solo mi opinión que pretende seguir un curso de razonamiento y de análisis imparcial y objetivo, pero ¿lo habré logrado o me habré dejado llevar por mis simpatías o antipatías personales? !!!Qué difícil es ser objetivo realmente¡¡¡


lunes, 23 de abril de 2012


LA MALDICIÓN DEL GALLIMANO
El ser humano es egoísta y dominante, quizá por eso no quiere compartir el mundo con otros seres inteligentes, o similares a él. Acepta a los animales y las plantas, porque evidentemente son incapaces de competir con su habilidad y su ingenio, pero cuando encuentra algún ser vivo de grandes capacidades mentales o cerebrales, simplemente lo domestica, lo aniquila en su inteligencia, le aplica un tratamiento de mimos, chineos y caricias y lo somete a su voluntad, (¿por qué esto se me asemeja a cierto comportamiento femenino?). Así lo ha hecho con el perro, el delfín y algunos otros animales que considera de gran inteligencia, en realidad es ofender al ser humano decir aquí inteligencia, lo que se debo decir es “instinto” para que el hombre quede tranquilo y satisfecho en su orgullo de ser el único ser racional en este planeta y en muchos más.
Con esta política, inconsciente incluso muchas veces, el hombre no puede ser capaz de encontrar respuestas a muchas cosas y misterios que lo rodean, lo cual sería sencillo de resolver si simplemente aceptara que no es el único ser inteligente o racional sobre el planeta y que los otros seres inteligentes son diferentes en su estructura molecular, en su biología o en su anatomía, etc. Así como hoy aceptamos con toda naturalidad (aunque al principio todos decían que quien sostenía eso estaba loco), que existen virus, bacterias, microbios, que no podemos ver a simple vista y que para ello requerimos aparatos especializados, así deberemos algún día aceptar que en este planeta habitan también otros muchos seres que no podemos ver con nuestros sentidos, pero que no por ello dejan de ser reales, seres de todo tipo., que van desde la más rústica “ameba” al más sofisticado ser inteligente y racional, seres fantásticos a nuestro pobre concepto de lo que es la “vida”, seres increíbles por sus diferencias con nosotros, pero seres vivos al fin y al cabo, seres que se mueven a nuestro alrededor.
Si nadie se extraña de que en su interior: estómago, sangre, lengua y otros órganos, o en su piel, su cabello, uñas y demás, viva toda una increíble fauna de seres monstruosos y carnívoros, que literalmente nos viven devorando vivo, ¿por qué no podemos aceptar que a nuestro alrededor, interactuando en nuestro mismo espacio-tiempo, existen seres invisibles e incorpóreos?
No lo queremos aceptar, como ya dije, porque podrían ser competencia para nuestra tan cacareada calidad de “único ser racional” sobre la tierra y porque, lo que es peor, podrían ser superiores a nosotros mismos…, eso sí que jamás lo podríamos aceptar de ninguna forma.
Como decía, solo porque no los podemos ver “normalmente” no podemos negar su existencia. En todas las épocas de la humanidad han existido personas que han tendido una capacidad extra, por así decir, y han podido ver a algunos de estos seres “fantasmas” o incorpóreos. Ello sucede porque se conjugan los elementos necesarios en el momento adecuado: el humano con la capacidad o sentido de recepción, el ser con la capacidad de mostrarse o manifestarse y la condición ambiental que lo permite.
Pero quizá me estoy desviando un poco del tema de mi escrito, en fin es que estoy muy confundido y un poco desubicado, les ruego pues, su comprensión y su amabilidad para que dispensen mis desvaríos, si es que los tengo, aunque creo que no, que simplemente estoy narrando la realidad de lo que viví. Por tanto, aunque no encuentre la credibilidad necesaria, aunque digan que son simples inventos o ideas fantasiosas, les voy a contar la historia completa de lo que me sucedió con el ser que llamé El Gallimano.

Para entender mejor esta historia, es necesario que lean la primera parte que sobre este ser escribí:“EL GRITO DEL GALLIMANO”.

Está la narración separada en dos entregas, porque jamás imaginé que habría una segunda parte, mucho menos que sería necesario escribirla y dejarla como testimonio de mi extraña experiencia.
Esa primera parte de mi historia la escribí porque andaba de paseo por la zona de Arenal junto con mi hermano Gerardo y uno de esos días un par de nuestros primos nos invitaron a visitar unos parientes que tenían un taller y negocio de esculturas de madera. Al llegar al local, observé varias esculturas muy interesantes, en las que la gran capacidad artística de su autor se ponía patente. Había figuras de distintos tipos y tamaños, desde un nada ortodoxo Quijote, hasta los restos de un sencillo barco naufragado, pasando por animales y múltiples figuras difíciles de describir pero hermosas de ver. En un poste me tropecé, para mi posterior malhadada suerte, con una extraña figura que me hipnotizó: era un ser estilizado, con una cabeza de gallo y un cuerpo que era una mano humana. Ya ustedes vieron la figura en las fotografías. Me interesé en ella y la negocié con el escultor.
Ya instalado en mi hogar, la figura me inspiró escribir sobre ella y fue entonces cuando se me vino a la imaginación un tipo de leyenda o mito sobre El Gallimano. Fue eso lo que plasmé, pues, en ese momento y subí al blog.
Después de haber escrito esa“leyenda”, pensé que todo estaba hecho en ese sentido, más lejos estaba de ser cierto, porque nunca logré imaginar los terribles acontecimientos que se sucederían en mi hogar.
En una pared en la sala de mi casa, la escultura lucía orgullosa su cresta y su misterioso encanto. Me satisfacía verla ahí, no solo como muestra de arte, sino aún más por haber sido esculpida por un familiar.
En fin, la cosa es que a los pocos días de ponerla en la pared, me empezaron los dolores de cabeza, así literalmente: la cabeza empezó a dolerme con insistencia, pronto me di cuenta de que lo mismo le sucedía a los demás miembros de la casa. Al principio pensé si sería que el agua estaba contaminada con algo, que si algún tipo de alimento nos estaría haciendo daño, y así, cuando hablábamos de ello, fuimos hilando diferentes ideas, incluso que si la antena de una telefónica que habían instalado a 500 metros sería la culpable y otras tonterías más.
El gusanillo de la inquietud me atosigaba y andaba con la paja tras la oreja todo el tiempo. Así empecé a notar que oía un leve chillido cuando me acercaba a la escultura del gallimano. Le puse especial atención y me convencí de lo imposible: de aquel pedazo de madera labrada por las manos del artista salía un chillido finísimo que penetraba el cerebro hasta el fondo y producía aquel terrible dolor que nos trastornaba hasta hacernos desesperar y mesarnos los cabellos con desesperación. Todos los demás miembros de la familia comprobaron que ciertamente, aquella obra de arte inanimada e inmóvil producía un espeluznante chillido. Tratamos de grabar el sonido, pero no lo captaba el aparato grabador.
Decidí entonces llevarme la escultura para la bodega, la cubrí bien con tela y la envolví en plástico con cinta adhesiva a fin de impedir que su chillido llegara a nuestros cerebros y la metí en un rincón. ¡Para qué lo hiciera! Los resultados fueron catastróficos. El chillido se hizo audible incluso para el perro de mi vecino y mi cerebro iba a estallar. Corrí hacia la bodega, saqué la figura de madera y la desenvolví desesperadamente. Su único ojo me miraba malévolamente y su pico abierto parecía formar una sonrisa burlona.
Fuera de mí, víctima de una furia incontrolable y demencial la tomé del cuello e intenté estrangularla. El dolor de mis dedos me hizo entender que así jamás lograría nada, la desesperación, la angustia, el terror y mil cosas y sentimientos más, todos revueltos en mi espíritu, me tenían paralizado, el sudor me escurría por la frente y mis ojos lagrimeaban del indescriptible dolor en mi cerebro. En una acto inconsciente de defensa tomé la figura de su parte inferior y la golpeé con fuerza contra el piso. Algunos pedazos brincaron por el aire. Sin saber con qué herramienta que estaba al alcance de la mano le di golpes y lanzando sentencias de muerte e incongruencias la amenacé con prenderle fuego.
Sudando, pálido y enfermizo, con el pecho convertido en un fuelle de herrero, me encontró mi esposa que acudía asustada por el escándalo. Después de tomar un poco de agua pude explicarle lo sucedido. Ella me miraba dudosa, midiendo en su mente la condición de la mía.
No debí obtener muy mala calificación, porque me abrazó sin decir nada. ¿O lo haría por aquella conmiseración que uno siente ante un caso perdido? Ahora no sé qué pensar.
Ya más calmado, noté que no escuchaba ya el chillido, que mi cerebro no recibía el castigo inhumano de aquel tormento y me convencí de que mi acción brutal había dado resultado. Recogí los pedazos, el más grande era el cuerpo, que había quedado bastante sano, excepto por algunas laceraciones y daños causados por los golpes con la herramienta, el otro trozo era la parte superior de la cabeza con su ojo inmóvil y opaco, muerto para siempre. Supe que ya había pasado el peligro y que aquellos trozos de madera separados no producirían el menor daño, pero estoy más seguro aún de que estas partes no deben volver a unirse nunca entre sí para no revivir la pesadilla del chillido maldito del gallimano.
Salí al patio de la casa y fui en busca de una tabla o algo para fijar los restos de la escultura, bien separados entre sí y el corazón me dio un vuelco terrible: escuché al otro lado de la tapia, al vecino canturrear: “uhaa quí, uuhhaaa quí” y de inmediato me imaginé el resto: “qui qui ri ri quí”. Iba a salir corriendo, casi enloquecido, lleno de terror y con los ojos desencajados, cuando algo en el fondo de mi cerebro me hizo pone mayor atención al canto aquel “urru ají, urru ají”. Era el canto del himno hebreo Hava Naguila: “Uru achim, uru achim belev sameach”.






 
Hoy, varios días después del suceso, me he puesto a narrarlo, pero no estoy seguro de qué o por qué sucedió. Quizá fue que se dieron todos los elementos en su justo momento para que aquel ser incorpóreo pudiera formar parte de su escultura: la rama o pieza de árbol que hizo reaccionar la creatividad y la calidad artística del escultor, para plasmar plásticamente la verdadera figura de aquella desconocida criatura sin él saber qué estaba creando, más mi imaginación creativa al escribir y que al ver la escultura supe lo que tenía que poner en el papel para “darle vida” a aquel ser fantástico. Todo ello conformado un solo conjunto abrió para esta criatura la oportunidad de manifestarse en este nuestro mundo. ¿Le habré hecho daño al romper la escultura? ¿Lo habré matado al quebrar la cabeza de madera?
Estoy seguro de que es un inocente ser vivo que solo hacía lo que sabe hacer: lanzar su canto para comunicarse con los demás seres, pero no sabía que ese sonido no es apto para nuestros oídos físicos. ¿Y si me consigo algún tipo de aparato para analizar ondas sonoras y logró bajar su intensidad hasta hacerlo apropiado al ser humano: lograré entender su mensaje? Debería empezar por buscar a alguien que entienda bien lo que es el sonido, quizá…

viernes, 2 de marzo de 2012

EL GALLIMANO








Escultura en madera realizada por el artista Ronald Sibaja (Nuevo Arenal).
Dimensiones: 65 cms de largo por 12 máximo de ancho. Realizada siguiendo la inspiración que al artista da la propia pieza de madera, siendo la figura natural del ojo la que guía y provoca en la creatividad del escultor la idea de la cabeza de gallo y de camino surge lo demás.





EL GRITO DEL GALLIMANO
El aire, angustiado y de dolor transido,
lleva el estridente grito de angustia y horror,
que con su postrer aliento el gallimano lanza,
mientras satisfecho ríe el malhadado cazador;
grito que resuena por sobre la cordillera,
sobre las aguas de los río y las montañas,
sobre las interminables verdes pasturas,
sobre los palacios, los castillos y las cabañas.
Todos se estremecen y se llenan de horror:
alguien ha cometido el aborrecible crimen,
y ha exterminado sin miramiento alguno
al último gallimano que en el mundo ha sido.
El hechicero en su guarida oscura y secreta
hace sus pases mágicos de auto protección,
él conoce de las desgracias que acarrea
a todo ser vivo aquel nefasto acontecimiento.
Un ingenuo campesino corre al monte
para cerciorarse de tan infausta tragedia,
y al llegar al sitio de la cruel fatalidad
es testigo de cómo pierde el uso de razón
aquel nefasto y abominable exterminador,
que, a partir de ese momento, repitiendo
por los umbríos rincones del mundo irá:
“uhaa quí, uuhhaaa quí, qui qui ri ri quí”,
buscando encontrar vivo al gallimano
que él mismo, salvajemente asesinó.
Y al necio testigo voluntario de aquello
inmediato le cae, cual contagio irremediable,
la maldición que el hechicero tanto teme.
La misma cantaleta empieza a canturriar
mientras regresa donde todos lo esperan…

Asdrúbal Murillo S.
Marzo 2012